Estaba acostada en la cama, era una tarde gris, miraba el techo buscando una respuesta que el no iba a darme.
Luego ya no vi nada.
Me despertó una voz; creí que alguien había llegado. Me levante, caminé por la casa; no veía a nadie.
Cuando ya creía que todo era producto de mi imaginación. Vi la luz del baño prendida, no recordaba haberla dejado así.
Abrí lentamente la puerta, y mis ojos sucumbieron al ver que la que estaba allí, parada frente al espejo no era más que yo misma. Pensé que estaba soñando; no le encontraba otra explicación lógica al asunto, me pellizqué el brazo fuertemente tratando de despertarme, pero todo seguía igual. Respire hondo, trate de calmarme, y me quede observando; quería saber como era yo vista desde afuera. Todo resultaba raro. Quise hablarme, hasta grite, pero mi otro yo no me escuchaba, me acerque, pase la mano por mi hombro, pero de nada sirvió. Volví a ponerme detrás de la puerta espiando apenas por una rendija.
Mi otro yo se veía triste y yo no sabía por que, ya que mi estado de ánimo era muy bueno; hasta disfrutaba del espectáculo que tenia ante mis ojos.
Esa mirada triste cada vez era peor, y los ojos comenzaron a ponerse brillosos, hasta que lloraron sin consuelo, me vi tan desprotegida, tan débil, tan sola. Quise abrazarme, pero sabia que seria en vano. Pero a pesar de eso yo no estaba triste; estaba confundida -¿Por qué mi otro yo lloraba así?-.
Sus ojos se cerraron y comenzó a hablar en un tono muy bajo, casi imperceptible: -¿Por qué a mí?, ¿Qué voy a hacer ahora?, Estoy perdida, mi vida ya no es la de antes, no encuentro un camino, estoy caminando sobre el borde de un precipicio, ¿Por qué siento este vacío que me esta quebrando el alma?, ¿Como hago para volver a sentir felicidad?- Dijo.
En ese momento me invadieron miles de pensamientos, no podía frenarlos, el saber que estaba pasando conmigo se repetía continuamente dentro de mí, pero no hallaba respuesta. ¿Por que si yo estaba tan bien de animo, tan feliz y sonriente, mi otro yo no estaba así?. Trate y trate pero no pude comprender aquel acertijo.
Mi otro yo salio del baño atravesando mi cuerpo como si no estuviera allí, camino hacia la cocina; la seguí, ya que quería entender por que yo estaba dividida en dos partes tan diferentes.
Se hizo un té sin azúcar –Qué raro- pensé, yo jamás tomaría así el té; ese otro yo cada vez se parecía menos a mí. Salió de la cocina, tomó del bolso que estaba en el sillón la agenda; abrió justo en la “A-B” del índice telefónico. Acarició la hoja con la yema de sus dedos como si a través de ellos pudiese recordar tiempos pasados, sus ojos estaban llenos de nostalgia. Pozo su dedo sobre el nombre de mi amigo del alma. Lo extraño es que el número que allí estaba escrito no era el que yo recordaba.
Agarró el teléfono con una sonrisa, como recobrando la última gota de esperanza que quedaba en ella, marcó el número y rápidamente esa sonrisa que tanto costo posar en sus labios se borro. Al perecer nadie contesto del otro lado. Otra vez sus ojos se humedecieron y una lagrima calló de el -¿Cuándo voy a encontrarte?, nada es como antes, ¿Por que todo lo que me rodeaba, hoy ya no está?- Dijo.
Mi otro yo se desplomó en el sillón del living frente al televisor. Tomó el control que estaba en el piso y lo prendió, volvió a dejar el control en su lugar y se acomodo, miraba todo a su alrededor, el volumen del televisor estaba muy bajo, pero no le importaba, parecía haberlo prendido solo como compañía.
Me quede allí, a mi lado, hasta que callo la noche y comencé a mirar detenidamente detalles en el departamento, de los cuales no me había percatado. Todo indicaba que yo estaba sola, que ya no vivía con mi familia.
Quise volver a mi vida, a ese día donde estaba mirando el techo buscando respuestas, pero no sabia como hacerlo. Volvieron a invadir mi cabeza miles y miles de pensamientos los revise tranquila de punta a punta, hasta que de repente y como algo mágico entendí todo. Corrí hacia la cocina, me paré frente al calendario que estaba colgado en la pared al costado del lavadero, mire la fecha, y como sospechaba habían pasado un par de meses desde el día que estaba acostada en mi cama y comprendí en ese mismo momento que lo que yo miraba y llamaba “mi otro yo”, en realidad era mi presente y que yo; la que estaba ahí observando todo sin entender, no era más que una parte de esa mujer; una parte que ya no existía en ella, una parte muerta. Yo era su parte feliz y llena de esperanza, algo que hacia un tiempo murió sin dejar rastro. Comprendí también que lo que debía hacer era tratar de que esa mujer que hoy estaba casi extinguida vuelva a ser feliz. Solo yo podía salvarme para volver a sonreír.
jueves, 15 de marzo de 2007
Dentro
Etiquetas: Textos
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